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LA CEIBA en Cuba

La Ceiba, como la Palma Real, es el árbol más característico de la Isla y el árbol sagrado por excelencia. \

Al extremo que cabría preguntarse si es objeto de un culto independiente Culto de la Ceiba en el que comulgan por igual, con fervor idéntico, negros y blancos - si no supiésemos ya que todos los muertos, Y los antepasados, los "santos" africanos de todas las naciones traídas a Cuba y los santos católicos, van a ella y la habitan permanentemente.

Era también para los chinos que se importaron durante la colonia, y hoy para sus descendientes, "el trono de Santán Kón", el mismo Santa Bárbara en China.

Si se interroga a un campesino blanco, a un "guajiro", sobre este misticismo que despierta la Ceiba en todo el país, dirá invariablemente que "esta bendita", que sus mayores le han enseñado a adorarla, porque

"Es lo más sagrado y lo más grande de este mundo".
Y todos repetirán exactamente lo mismo:
"La Ceiba es santa" "Es el árbol de la Virgen María"
"Es el árbol del santísimo" o "del Poder de Dios",
o que es "árbol de misterio".

Prueba de ello, que los elementos desencadenados la respetan: no la abate, no la desgaja el huracán más fiero: no la fulmina el rayo. "El rayo respeta a la Ceiba y a más nadie"

¿Talar una Ceiba? ¡Qué atrocidad!
La Ceiba ni se corta ni se quema.

Nadie sin hacer "ebbó" previamente, sin consultar a los orishas y tomar precauciones se atreverá a derribar uno de estos árboles imponentes que se secan centenarios, adorados y temidos de todos en los campos de Cuba.

Es comprensible que para la mayoría de nuestros negros y de nuestros campesinos, ambos en estrecha convivencia, respondiendo puramente a un atavismo, a un instinto religioso milenario, y en el fondo, común a todo el género humano, un árbol de tales proporciones y de belleza tan solemne y majestática, aparezca como la materialización de alguna poderosa divinidad: esta divinidad de la Ceiba se impone sencillamente.

"Hasta tocar la Ceiba con la mano, fortifica".
Todo en ella es beneficioso; contemplarla, y si llueve, mirar el agua que resbala por su tronco, "refresca el corazón".
Este árbol que se cree imperecedero y
"que para todo tiene una virtud",
suma de la fuerza mística de la vegetación,
la tiene también para hacer fecundas a las mujeres estériles.

La que desea concebir y consulta a un alsé o a un palero, beberá durante tres lunas seguidas, para lograr su anhelo, un cocimiento de la corteza de una Ceiba hembra que se arranca de la parte del tronco cara al naciente. Y en cambio la que no desea parir, la tomara de una Ceiba macho, orientada al poniente.

Quien ha vivido en Cuba sabe hasta qué punto es difícil derribar uno de estos árboles prodigiosos, eminentemente santos o brujos, que venera el pueblo con una fe que se resiste a poner en duda su divinidad. La mayoría se niega rotundamente a cometer este acto de impiedad indiscutible, echarlas abajo es pecado, con todos los agravantes de un pecado mortal.

Las ceibas se vengan. Las ceibas no perdonan.

Estos árboles están cargados de leyendas y rodeados de misterio. La creencia de su santidad se trasmite de generación en generación.

Un folklorista llenaría centenares de fichas con las historias que se cuentan de las ceibas, veneradas y temidas de un extremo a otro de la isla.

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