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Historia de Cuba

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Ignacio Agramonte y Loynaz

Ignacio Agramonte y Loynaz fue uno de los líderes más sobresalientes de todo el Proceso Revolucionario Cubano.

Nació en Camagüey el 23 de Diciembre de 1841 y cayó en combate el 11 de mayo de 1873 frente a las tropas españolas en los potreros de Jimagüayú en la propia provincia.

Intelectual revolucionario, formidable y prestigioso jefe militar hecho con la práctica de la lucha cotidiana, hombre honesto y de principios, esposo amante, Ignacio Agramonte se creció en el proceso mismo hasta alcanzar las dimensiones extraordinarias que lo caracterizan hoy a través de las páginas de la historia cubana.

Nacido en un medio familiar desahogado, Agramonte llegó a adquirir una vasta cultura que, sin embargo, no puso al servicio de las clases pudientes sino de los desposeídos.

Por su agudeza, su inteligencia, su visión clara y precisa de lo que significaba la guerra para la colonizada Cuba, se convirtió rápidamente -junto con Céspedes y otros jefes más- en uno de los principales guías de la contienda libertadora.

Su trascendencia ha hecho que a Camagüey se le conozca también como la "Tierra Agramontina"

Ignacio Agramonte y Loynaz fue uno de los líderes más sobresalientes de todo el Proceso Revolucionario Cubano.

Nació en Camagüey el 23 de Diciembre de 1841 y cayó en combate el 11 de mayo de 1873 frente a las tropas españolas en los potreros de Jimagüayú en la propia provincia.

Intelectual revolucionario, formidable y prestigioso jefe militar hecho con la práctica de la lucha cotidiana, hombre honesto y de principios, esposo amante, Ignacio Agramonte se creció en el proceso mismo hasta alcanzar las dimensiones extraordinarias que lo caracterizan hoy a través de las páginas de la historia cubana.

Nacido en un medio familiar desahogado, Agramonte llegó a adquirir una vasta cultura que, sin embargo, no puso al servicio de las clases pudientes sino de los desposeídos.

Por su agudeza, su inteligencia, su visión clara y precisa de lo que significaba la guerra para la colonizada Cuba, se convirtió rápidamente -junto con Céspedes y otros jefes más- en uno de los principales guías de la contienda libertadora.

Su trascendencia ha hecho que a Camagüey se le conozca también como la "Tierra Agramontina".

Calificativos Honrosos con los que se conoció a Ignacio Agramonte y Loinaz a través de compañeros, descendientes y otras personalidades

A partir de mayo de 1869 algunos partes militares fueron firmados por Agramonte como El Mayor General y luego aparecía su nombre. El 9 de julio de 1873, fue el brigadier norteamericano Henry Reeve quien lo calificó EL  MAYOR...

El Presidente de la República de Cuba en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, el 8 de julio de 1873 lo denominó HEROICO HIJO.

El doctor Félix Figueredo Díaz, brigadier y jefe de Sanidad del Ejército Oriental lo nombró, el 23 de julio de 1873, ÍDOLO DE LOS CAMAGÜEYANOS.

Su ayudante y miembro de la escolta, el capitán villareño Ramón Roa Garí, lo definió en 1873, "UN HOMBRE DE HIERRO".

El Generalísimo dominicano-cubano, Máximo Gómez Báez, en julio de 1873, admitió que Agramonte estaba llamado a ser el "FUTURO SUCRE CUBANO".

El patriota y periodista Ignacio Mora de la Pera lo consideró, el 11 de junio de 1873, como "LA MEJOR FIGURA DE LA REVOLUCIÓN"

Desde el 10 de octubre de 1888, estando en Nueva York, José Martí lo calificó... "DIAMANTE CON ALMA DE BESO".

Manuel Ramón Silva y Zayas, camagüeyano, catedrático del Instituto de Segunda Enseñanza y coronel de la Guerra de Independencia de 1895, llamó a Ignacio Agramonte, el 11 de mayo de 1899, "MÁRTIR DE JIMAGUAYÚ".

En el periódico habanero "La Verdad", apareció un artículo dedicado a recordar el aniversario de la fatal caída en combate de Agramonte. La publicación, del 11 de mayo de 1899, lo designó como "EGREGIO CAUDILLO".

En esa misma fecha, Manuel Ramón Silva lo ratifica con tres adjetivos, EL LIBERTADOR, TITÁN y CAMPEÓN DE LA LIBERTAD.

El destacado periodista camagüeyano Ricardo Correoso y Miranda, publicó en el periódico "El Machete" un atrevido artículo dedicado a honrar a Ignacio Agramonte, cuando aún la Isla estaba sometida a España. El 18 de mayo de 1887 lo designó "ILUSTRE ABOGADO" y además un "WASHINGTON CUBANO".

Escolta de Agramonte, participante en el Rescate del Brigadier Julio Sanguily, el 8 de octubre de 1871, el periodista Manuel de la Cruz Delgado, el 20 de mayo de 1902, lo designó "INSIGNE PALADÍN" y "ARQUITECTO DE LA REVOLUCIÓN".

Los Veteranos de la Guerra de Independencia siempre llamaron a Agramonte: "PALADÍN DE LA VERGÜENZA" y "APÓSTOL INMACULADO".

Enrique Collazo Tejada, brigadier cubano y escritor, designa a Agramonte: "SALVADOR DE LA REVOLUCIÓN".

El abogado, amigo de la familia, y excombatiente a las órdenes de Agramonte, lo describió, el 21 de febrero de 1921, "COLOSO GENIO MILITAR".

El estadista y patriota cubano, Manuel Sanguily Garrite, el 30 de agosto de 1917, designó a Agramonte con extraordinario relieve continental, al nombrarlo "UN BOLÍVAR".

Agramonte en Güáimaro

Los independentistas de Camagüey se levantaron en armas el 4 de noviembre de 1868, en Las Clavellinas, a corta distancia de Puerto Príncipe (hoy Ciudad de Camagüey).

Posteriormente, ante la actitud vacilante de algunos de los comprometidos se irguió la figura del patriota Ignacio Agramonte, quien, en la reunión del poblado de Las Minas, expresó: "acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan: Cuba no tiene más  que conquistar su redención arrancándosela a España por la fuerza de las armas". 

Agramonte impregnó a sus tropas organización, disciplina y preparación combativa, hizo ver al enemigo que Camagüey tenía capacidad de combate, convirtiéndose de esta forma en una verdadera amenaza para las fuerzas coloniales.

El 10 de abril de 1869 se efectuó la Convención Nacional de Pueblo Cubano, como la calificó Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo. También se le conoce como Asamblea Constituyente de Güáimaro, antiguo poblado ubicado al este de la provincia de Camagüey, hoy uno de sus más importantes municipios. José Martí no estuvo allí, tampoco conoció a Agramonte, pero al escribir sobre este trascendental acontecimiento histórico refirió:

"entra Ignacio Agramonte, saliéndose del caballo, echando la mano por el aire, queriendo poner sobre las campanas la mano..."

Al describirlo, en ese instante, precisa:

"...el bigote apenas sombrea el labio belfoso: la nariz le afina el rostro puro: lleva en los ojos su augusto sacrificio".

El estremecedor artículo apareció publicado el 10 de abril de 1892 en el periódico "Patria" editado en Nueva York.

Testigo del acontecimiento resultó el camagüeyano Fernando Figueredo Socarrás quien describió que al hablar el joven abogado:

"nadie osaba interrumpir la pausada voz de Ignacio Agramonte, que haciendo vibrar sus acentos, llegaba hasta los últimos ámbitos del inmenso salón".

Precisó a su vez de:

"imponente figura del Secretario, que con su silueta romana, de pie y en arrogante apostura, daba mayor realce a su sagrada misión".

Este histórico día Agramonte vestía un flux, o flus, nuevo (saco) de dril cazador, camisa probablemente de pinos azules, según era su gusto, zapatos de pellejito, corbata y pantalón de dril.

Hasta ese momento usó un caballo tordillo para entrar en Güáimaro sobre un colón gacho con montura nueva, enviado por su suegro José Ramón Simoni Ricardo.

Como describieron a Agramonte sus contemporáneos

Uno de sus soldados y amigo de sus padres, Manuel L. Miranda, refirió que "Medía más de seis pies de alto, hermosa, gigantesca, noble, varonil, erguida figura.

Frente espaciosa, ojos grandes, algo dormidos, trigueño muy claro, facciones bien delineadas, bigote fino y no montañoso como aparece en los retratos que se le publican, de mirada dulce, y no azorada...su voz era clara, firme y de grato sonido.

Al vigor corporal reunía las más bellas cualidades del alma..." (1912).

Aurelia Castillo y del Castillo, amiga personal de Agramonte y de su esposa Amalia Simoni: "...era alto, delgado, muy pálido, no con palidez enfermiza, sino más bien, así podemos pensarlo ahora, con palidez de fuertes energías reconcentradas; su cabeza era apolínea; sus cabellos castaños, finos y lacios; sus pardos ojos velados como los de Washington; su boca "pequeña y llena", como la que se ve en las representaciones de Marte, y sombreada apenas por fino bigote; su voz firme.

Después, ya bien adelantada la guerra, la vida agitada de campaña le dio robustez, hermosos colores y finas patillas; mas nunca espesa barba...estaba exento de vicios y lleno de virtudes..." (1911).

Descripción hecha por su nieto Eugenio Betancourt Agramonte, hijo de Herminia Agramonte Simoni, quien no conoció a su padre –Ignacio— por nacer en los Estados Unidos en el año 1871. El retrato, cargado de hondas impresiones y detalles, fue realizado a través de distintas versiones llegadas a él por contemporáneos de su abuelo materno:

"Agramonte era hombre muy alto (medía seis pies y dos pulgadas), delgado, pálido, pero derecho y recio, fortalecido por el ejercicio del caballo y de la esgrima; tenía los ojos pardos, grandes, lánguidos y serenos, los cabellos castaños, finos y lacios; bigote corto, poca barba. Sus facciones eran finas: la nariz aguileña, los dientes blancos, iguales y bien puestos, y no gruesos los labios...al morir (dice uno de sus compañeros de armas) tenía la apariencia militar perfecta."


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